Desde que tenemos a nuestra hija hemos ido descubriendo lo complicado que es a veces viajar con ella. Con un niño pequeño tienes que adaptarte a sus ritmos y es algo que tenemos asumido, pero hay veces que el destino no te lo pone fácil. Tras estar en Copenhague, un lugar totalmente adaptado para viajar con niños, fuimos a Roma. Fue un choque brutal. Así que hemos querido agrupar las cosas que hemos descubierto visitando Roma con nuestra hija de 4 años que no nos me habíamos dado cuenta las otras veces que estuvimos. Va spoiler: No es una ciudad pensada para los niños:

No hay zona con columpios, solo vimos en una parte del Trastevere más residencial. Siendo tan turística nos sorprendió mucho.
El empedrado de la ciudad hace muy complicado moverse por el centro con un carrito de niño.
Los museos no están pensados ni adaptados para ellos. No hay una forma alternativa y adaptada para su edad de explicarles la historia. En sitios como el Vaticano (¡el Vaticano!) no puedes entrar con carrito dentro de la basílica y los museos vaticanos tienen largas escaleras sin posibilidad de ayuda para poder subirlas con el carro.
Las masificaciones de turistas sacan lo peor de nosotros: estrés, ansiedad por la espera, el calor… pues imagínate siendo un niño de un metro de altura, que no ve, que la gente no respeta, empuja, etc. y no hay un acceso preferente en estas colas o una forma de que se les haga más fácil la espera.
¡Los restaurantes no tienen menú infantil! Tienes que pedir un menú tamaño adulto para ellos, así que al final si no quieres desperdiciar la comida, acabas comiendo lo que haya pedido el niño.

Que sirva de reflexión, porque, aun así, como está acostumbrada a viajar, supimos adaptarle el viaje y lo disfrutó mucho. Pero tenemos la sensación de que los niños son siempre los grandes olvidados en todos los ámbitos, pero en el sector turismo con el dinero que mueve deberíamos pedir un cambio para que ellos se sientan integrados.

¿Tú qué opinas? ¿Has sentido niñofobia viajando con tus hijos? Te leemos.