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La belleza de las cosas

El otro día trataba de explicar que, a pesar de ser una ciudad fea, São Paulo estaba llena de belleza. Parece una contradicción, pero tan solo era una cuestión de estar hablando de cosas diferentes.

La Capilla Sixtina, el Gran Cañón, los templos de Angkor, ...caemos deslumbrados ante esos monumentos grandiosos, obras de arte, creaciones nunca vistas. Pero no son necesarios monumentos, ni arte, ni novedad: la vida por sí sola es capaz de mostrar lo hermoso en el lugar más inesperado, y éste casi siempre se encuentra en las pequeñas cosas. Una puesta de sol, un encuentro inesperado, una conversación.

Acepto que quizá los fotógrafos tengamos la mirada más entrenada para encontrar esa belleza tan subjetiva y que tanto tiene que ver con las detalles, con lo sencillo y lo auténtico. Todo se reduce al momento, la magia aparece y deja un poso en nuestro interior que recordaremos siempre. Afortunadamente, a pesar de todos nuestros esfuerzos, el mundo aún está lleno de belleza.

 

Por cierto, la foto de arriba está tomada en São Paulo, en uno de de esos momentos bonitos. Adoro (y extraño) esa ciudad.