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5 cosas que nos encantan (y una que no) de Sao Paulo

Sao Paulo, como todas las megaurbes, tiene luces y sombras. Es capaz de ofrecer al viajero todo lo que uno pueda imaginar y satisfacer los gustos más variados. Ahí van mis cinco favoritos, y un gran "pero", de esta ciudad infinita tan difícil de catalogar:

  • La increíble oferta gastronómica. Donde mejor se aprecia el cosmopolitismo paulistano es en sus restaurantes: especialidades libanesas, alemanas, argentinas, peruanas...y, por supuesto, de las distintas regiones brasileñas. Por encima de todas ellas, la pizza y la cocina japonesa. Sólo los amantes del pescado pueden quejarse, pues se echa en falta algo más de variedad.
  • Los mercados de antigüedades y artesanía: Uno de los mejores planes para el fin de semana es acercarse a Benedicto Calixto (los sábados) o al MASP, Liberdade y la Praça Don Orione (domingos), y dejarse llevar entre vinilos, radios de época, muebles de los 70 y objetos de decoración de segunda mano. Toda una experiencia por lo que se vende, y también por el ambiente, animado con puestos de comida autorizados y espontáneos que se montan a su alrededor. 
  • La inabarcable oferta de ocio: miles de bares y clubes, decenas de salas de teatro, cines tradicionales o con sala VIP, incluso en 4-D...y, en paralelo, festivales callejeros, salas de arte alternativas y un gran movimiento cultural con una inmensa variedad entre la que elegir cada semana.
  • Las padarias y botecos: Para intentar explicar lo que son no es suficiente compararlos con panaderías y bares. Son auténticos lugares de paso alrededor de los cuales gira la vida de los paulistanos, donde además se puede disfrutar de sucos, cafés, pães de queijo, salgadinhos y dulces, entre otros.
  • La calidez de la gente: Algo que ocurre en todo Brasil, y de lo que tenemos mucho que aprender en Europa. Amable y solícito, el brasileño busca la conversación, es simpático y agradecido. Los saludos son tan afectuosos que el extranjero, a su llegada, se sentirá muy sorprendido y deberá adaptarse a la costumbre.

Lo que no nos gusta (y en realidad, a nadie le gusta): el transporte. Más de 7 millones de coches y una deficiente red de transporte público (incluido un metro muy poco desarrollado) complican la movilidad hasta extremos insoportables.

En cualquier caso, una ciudad tremendamente disfrutable y adictiva para el turista que guste de explorar y alejarse de lo obvio. We love Sampa!